Repensar la osteoporosis: una mirada más amplia y humana
- Sandra Garduño

- 16 oct
- 4 Min. de lectura
La osteoporosis no se reduce solo a “huesos frágiles por la edad”. Más allá del envejecimiento y la menopausia, existen otros factores clínicos y sociales que influyen en su aparición y en la calidad de vida de quienes la padecen.
Una visión más amplia de la osteoporosis
La osteoporosis esta frecuentemente asociada con la edad avanzada y con la menopausia. Sin embargo, reducirla a estos dos factores deja fuera aspectos importantes que impactan directamente en la salud ósea.
La relación directa más frecuente del origen de la osteoporosis señala que es consecuencia inevitable del envejecimiento, de la menopausia y de la deficiencia de calcio o vitamina D. Aunque estos factores son relevantes, la realidad es más compleja.
La osteoporosis es una enfermedad multifactorial que depende de la interacción entre factores biológicos, clínicos, ambientales y sociales en el equilibrio mineral de calcio en los huesos.

Existen personas de edad avanzada que mantienen huesos sanos gracias a hábitos adecuados, mientras que individuos jóvenes o adultos varones pueden desarrollar pérdida de masa ósea significativa por condiciones médicas o de estilo de vida. Comprender estos aspectos poco discutidos no solo mejora la prevención, sino que abre la puerta a estrategias de manejo más completas, que favorecen la independencia, la movilidad y la calidad de vida de los pacientes.
Salud ósea en hombres y jóvenes
Se ha considerado durante décadas que la osteoporosis es una enfermedad “femenina”, vinculada principalmente con la menopausia y la disminución de estrógenos. Esta perspectiva ha dejado a muchos hombres y jóvenes fuera de los programas de detección y prevención.
En realidad, la salud ósea también se ve comprometida en estos grupos:
Hombres mayores: la disminución de testosterona con la edad favorece la pérdida de densidad mineral ósea. El hipogonadismo (baja producción hormonal) es un factor de riesgo significativo, pero poco reconocido.
Jóvenes con enfermedades crónicas: patologías como artritis reumatoide, lupus, enfermedad celíaca o enfermedad inflamatoria intestinal afectan la absorción de nutrientes y el metabolismo del hueso.

Estos grupos al no considerarse “pacientes típicos”, a menudo reciben un diagnóstico de forma tardía, cuando ya se han presentado fracturas o deformidades vertebrales. Este subregistro hace necesario replantear la forma en que los sistemas de salud abordan la osteoporosis, ampliando las campañas de información y los programas de detección a toda la población en riesgo.
Caídas: el gran riesgo ignorado
La fragilidad ósea no es el único factor que determina las fracturas por osteoporosis. El riesgo real también está determinado por la posibilidad de sufrir caídas, un elemento que a menudo se pasa por alto.
Entre los factores que incrementan este riesgo destacan:
Problemas de visión no corregidos.
Alteraciones del equilibrio o enfermedades neuromusculares.
Uso de medicamentos que provocan mareos, somnolencia o disminución de la coordinación.
Debilidad muscular y sedentarismo.
Entornos inseguros en el hogar (alfombras sueltas, poca iluminación, escalones sin barandal).

En consecuencia, la prevención de fracturas debe enfocarse en un doble panorama: no solo fortalecer los huesos, sino también reducir al máximo las probabilidades de caídas. Esto se logra con revisiones médicas periódicas, actividad física que fortalezca el equilibrio y la fuerza muscular, corrección de problemas de visión y adecuación de los espacios donde vive la persona.
Un enfoque integral
Si seguimos considerando la osteoporosis únicamente como “huesos frágiles por la edad” limitamos su entendimiento y tratamiento. Se trata de una condición multifactorial en la que participan factores genéticos, enfermedades crónicas, hábitos de vida, fármacos de uso prolongado y elementos sociales.
Adoptar un enfoque integral implica, dejar de limitarse a la suplementación de calcio y vitamina D, solo en los “grupos típicos” o hasta el momento de la aparición de síntomas o las primeras fracturas:
Ampliar los programas de detección: incluir a hombres y jóvenes con enfermedades de riesgo.
Fomentar el ejercicio regular: no solo caminar, sino también actividades de resistencia y fuerza, que han demostrado ser más efectivas en la prevención de pérdida ósea.
Revisar medicamentos de uso prolongado: corticoides, anticonvulsivos y ciertos tratamientos oncológicos que pueden debilitar el hueso.
Diseñar programas de prevención de caídas: combinando rehabilitación física, ajustes en el entorno y revisión del equilibrio.
Atender el impacto psicológico: las fracturas por fragilidad reducen la movilidad, generan aislamiento y afectan la autoestima. El acompañamiento emocional y social es fundamental.

La osteoporosis no es una condición inevitable que llega junto con el envejecimiento, sino una enfermedad prevenible y tratable que exige una mirada más amplia. Hay que reconocer que también afecta a hombres y jóvenes, que el riesgo de fracturas está íntimamente ligado a las caídas, y que el impacto va más allá del hueso, nos permite diseñar estrategias más efectivas y humanas.
En Fundación CTR creemos que hablar de estos temas con claridad ayuda a que más personas protejan no solo sus huesos, sino también su independencia, movilidad y calidad de vida.
Bibliografía consultada:
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NIH Osteoporosis and Related Bone Diseases National Resource Center. Osteoporosis Overview. Updated 2022. Disponible en: https://www.bones.nih.gov



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